lunes, 30 de abril de 2018

Una noche llena de emociones y sorpresas

Exactamente hoy han pasado dos semanas desde mi cumpleaños. En años anteriores esta fecha ha transcurrido como un día normal, sin festejos y sin emociones; eso sí, los mensajes de los que realmente recuerdan esta fecha, o de los que como yo son desmemoriados y caen en cuenta gracias a las redes sociales, no han de faltar. Sin embargo, este año todo ha sido diferente. Todo comenzó con una invitación formal a comer comida mexicana por parte de una amiga. Sabía que comería hasta dañar mi colon y el orden de la dieta pero ¿para qué voy al gimnasio si no es a quemar calorías para poder comer lo que quiera? Pero hasta ese punto lo que yo no sabía era que Carolina, una semana atrás, venía organizando una fiesta sorpresa, todo estaba milimétricamente calculado. Con lo que no contaba ella era con mi impuntualidad esa noche. Llegué una hora tarde y por ese PEQUEÑO motivo no fuimos a comer, cambio de planes y yo debía asumir con entereza y fortaleza mi falta.

En medio de la resignación y con el cargo en mi consciencia por haber dañado la comida, Natalia, otra amiga, llamó a Carolina y le preguntó que si íbamos a hacer algo, a lo que Carolina, con sus frecuentes explosiones de efusividad y alegría, la invitó a salir con nosotros, a conversar y a comer otra cosa que no fuera comida mexicana, pues tocaba ir desde Bello a Los Colores a recoger a Natalia. Con el estómago vacío y el malgenio comenzando a aflojar en mi rostro, llegamos a la casa de Natalia. Nos reportamos en portería pero no estaba,  << ¿Cómo no vas a estar si hasta hace unos veinte minutos llamaste y dijiste que acá nos esperabas? >>, pensé. Con mi típica paciencia oculté mi enojo. Pero no lo supe disimular muy bien porque Caro, en ese momento, sacó de su bolso una bolsita de regalo. Cuando lo abrí resultó ser un reloj y todo rastro de ira se desvaneció hasta convertirse en felicidad absoluta. Es gracioso, porque ella me dijo que optó por darme el regalo en ese momento y pintar mi rostro de felicidad que verme más enojado al saber que Natalia tardaría en llegar.

El caso es que pasaron unos diez minutos hasta que llegó, en su carro y a toda prisa, la incumplida (soy hasta conchudo). Lo más extraño de todo fue ver la velocidad que llevaba y ni siquiera tomarse la educación de parar y saludar. La llamé y la respuesta que me dio, algo lógica en ese momento, fue que iba de urgencia para el baño y que además debía autorizar el ingreso para Caro y para mí. Comprendí. Sí, comprendí que algo no encajaba con tantos afanes en medio de la noche pero lo que menos quería era entrar en preguntas de mi parte y evasivas por parte de Carolina, así que una vez autorizado nuestro ingreso, fuimos hacia el apartamento.

Nos bajamos de la moto, con mucha hambre y un malgenio amarrado firmemente en la muñeca de mi mano izquierda. Tocamos la puerta, abrieron, entramos, una sala atiborrada de personas, serpentinas volando, pitos, confusión, huevos con aleluyas en mi cabeza, un huevazo mal dado en mi cabeza, más confusión, gritos, un feliz cumpleaños al unísono y en ese momento caí en cuenta de absolutamente todo. Comencé a sudar de la alegría, de la sorpresa de lo impredecible en ese momento, abracé a Natalia, luego a Verónica y a Daniela, mis brazos saltaron después hacia Camilo, para pasar por último a Duban, a Cristian y a Santiago. Quería llorar, no pude. Tocaron la puerta, pensaba que todo no podía ser más perfecto en ese momento pero, sí, lo fue. Ver entrar a mi cuñada, a mi primo y a una de las personas que amo con toda mi alma, fue el indicio de que sería una noche inolvidable. Ver a mi hermano cruzar esa puerta para compartir conmigo y mis amigos en la fiesta sorpresa organizada por Carolina y por Natalia fue una de las mayores emociones en un cumpleaños que recuerdo jamás haber vivido.


Debo decir que incluso mis padres sabían de la fiesta. La idea de mi hermano para la decoración con bombas de mi equipo favorito, la torta de chocolate hecha por Dani, la logística excelsa por parte de Caro y Naty y su comunicación con el resto del equipo cómplice para la sorpresa; todos esos detalles, por más pequeños e insignificantes que puedan ser para algunos, fueron motivo suficiente para sacar el niño que llevo dentro, para hacerme más feliz de lo que soy. Es que ni siquiera mi impuntualidad fue motivo para dañar la fiesta, porque Carolina manejó muy bien la situación, y a mí también. Gracias infinitas a todos los que hicieron parte de esta bonita, maravillosa y bien organizada sorpresa. A los que no pudieron ir y se manifestaron, a los que fueron, a los que tomaron, bailaron y cantaron después conmigo, quiero decirles que los quiero mucho, que llenaron de inmensa felicidad y jovialidad a este “papá” de veintiséis años.

30/04/2018

2 comentarios:

  1. Hasta hoy tuve la oportunidad de leer este agradable recuento (en tus palabras) de aquella noche. Esas palabras cargadas de emociones y sentimientos valen la pena leerlas más de una vez, más aun cuando quien lee hace parte de la misma. Mis mayores aprecios para vos pá, se aprende mucho de alguien tan centrado y con una visión del mundo más clara, sos un ejemplo a seguir, de eso no hay duda.
    Y de la parte técnica de la escritura solo quiero decir algo, eres muy técnico al escribir, es tu estilo y me agrada, no te diré que trates de ser más coloquial porque creo que, como ya dije, hace parte del estilo, y en mi caso, mi estilo es un tanto coloquial, tal vez por eso lo mencionó.

    Serás un gran escritor si no pierdes tu rumbo #fannumber1

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